Abusos y muerte

El reciente suceso ocurrido en la localidad de Junín, en el cual una persona que realizaba tareas en una quinta secuestró, abusó y asesinó a una niña cuando volvía de realizar un mandado en bicicleta y que habitaba una casa casi lindera nos llena de indignación y congoja. Y si bien durante mi carrera me tocó investigar y esclarercer varios hechos similares, nunca pude entender qué pasa por los sentimientos de una persona que realiza actos de esa naturaleza con fines sexuales. Los imputados al preguntárselo, generalmente bajan la cabeza y no dicen palabra alguna. No tienen respuestas ante el terrible hecho criminal que cometieron.
Generalmente los delincuentes de esta naturaleza son vecinos, allegados o personas cercanas, de los cuales hasta que realizan sus acciones nunca sospechamos o creíamos que fueran capaces de tales atrocidades. Las redes sociales también permiten que capten niños o jóvenes con engaños o a través de identidades falsas o promesas de trabajo, siendo un hecho reciente el padre que descubrió que por las mismas un adulto citaba a su hija menor, afortunadamente concurrió en su lugar y, como diríamos en la calle, le dio su merecido trompeándolo y denunciándolo a la Justicia.
Estas personas están entre nosotros, se mimetizan como vecinos o allegados, y en algunos casos hasta colaboran con la búsqueda del menor desparecido con un cinismo total. Su voluntad criminal pareciera irrefrenable y que no la pueden dominar, sirviendo como ejemplo de reiteraciones de conductas aquellos condenados (casi siempre con libertades anticipadas) que una vez libres al poco tiempo vuelvan a secuestrar, abusar y asesinar menores.
Resulta muy difícil para el Estado prevenir estas conductas de aquellos que aún no poseen antecedentes y no manifiestan sus intenciones, sino que en el momento menos pensado las llevan a la práctica con total indiferencia.
Es por ello todavía más difícil para el ciudadano común poder encontrarlos o detectarlos a tiempo, no obstante lo cual algunas simples prevenciones deberíamos tomar en la medida de lo posible, como acompañar a nuestros hijos, observar su comportamiento en las redes sociales y con qué personas se comunican, explicarles los peligros y la no conveniencia de relacionarse con desconocidos, etc.
Esperemos que en algún momento se decida el fin de las libertades anticipadas de los delincuentes sexuales y que cumplan la totalidad de su condena, y que cuando obtengan su libertad el Estado en forma efectiva realice los controles y vigilancia necesaria sobre su persona para evitar la repetición de hechos indignantes y repudiados por todos.

El comisario mayor (R) Naldi
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