Actitud que engalana

Todo es una cuestión de actitud. No son las profesiones sino los profesionales. No hay actividades mejores o peores, ya que todo depende de cómo se ejercen.
Si bien es cierto que existen actividades mucho más relucientes que otras, en manos de uno y otro pueden ser engalanadas o desprestigiarlas. Simple, nosotros los abogados se nos apoda «cuervos» en similitud a las aves de rapiña que viven de la carroña; pero yo no lo comparto. Existen infinidades de personas que son «cuervos» y precisamente no son abogados. Yo creo que nosotros tenemos un estigma que nos persigue y proviene de algo que me hizo mucho ruido cuando estudiaba en la facultad ya que supuestamente un buen abogado era aquel que defendía a su cliente sin importar la culpabilidad o no, ya que debíamos garantizar sus derechos. Es por eso que yo jamás podría ejercer como empleado de alguien que me diga a quién defender. Yo no defiendo indignos y mucho menos delincuentes, ustedes podrán decir que estoy prejuzgando, ya que eso debería definirlo la justicia; pero mi instinto me dice a quién debo defender y a quién no. Hay causas loables y otras que, por lo menos para mí, no hay dinero que me haga tomarlas.
En igual sentido los médicos, una profesión más que gratificante cuando curan, devuelve la esperanza o máxime devuelven la vida. Tan cercanos a Dios quesucumben en el egocentrismo. Pero al igual que en el caso de los abogados si solo se dedican a ser admirados y reconocidos económicamente serán estigmatizados como comerciantes, y que no les salga algo mal ya que serán apodados «matasanos».
Esa actitud que engalana tiene que ver con una palabra muy precisa e inequívoca de sentir pasión por lo que se hace, o sea vocación. El término proviene del latín vocatio y, para los religiosos, es la inspiración con que Dios llama a algún estado. A nivel general, la vocación aparece relacionada con los anhelos y con aquello que resulta inspirador para cada sujeto. Se supone que la vocación concuerda con los gustos, los intereses y las aptitudes de la persona; también como un proceso que se desarrolla durante toda la vida, ya que se construye de forma permanente. Implica descubrir quién soy, cómo soy y hacia dónde quiero ir. Las respuestas a esos interrogantes marcarán la vocación y el camino a seguir por el individuo.
Aquellos que ejercen de vocación son ejemplos de vida. El pediatra de mis hijos es uno. El Doctor, con mayúsculas, Juan Carlos Di Meglio. Seguramente si lo lee me va a reganar por escribir de él, pero son necesarias las actitudes inspiradoras. Atendió, y atiende, a mis cuatro hijos. Nunca un teléfono apagado, nunca una consulta sin responder, ni siquiera fuera de hora, de noche o de vacaciones, aun ante la consulta más pava de ser padres primerizos o asustados ante algo que les pasa a nuestros hijos. El diagnóstico justo, la palabra tranquilizadora. Sus años en la profesión y la transcendencia de su obra dan cuenta de la honorabilidad de su labor. Su consultorio lleno cada vez que vamos, y cuando hablo de lleno hablo de explotar de gente, es otra muestra de que es a él que entregamos lo más preciado de nuestra vida. Alguna vez hablamos con mi señora que si dejara de ejercer, deberíamos dejar de tener hijos.
No es el título ni la sabiduría, si bien necesaria para ejercer; lo es la vocación. Sin la actitud de servicio, y en definitiva, sin el amor a lo que hacemos jamás podríamos engalanar nuestra profesión con el magnánimo pediatra Juan Carlos de Bernal. Gracias Juan por mostrarnos todos los días que para vos también lo más importante son nuestros hijos. Seguramente dirás que soy muy generoso, pero en todo caso he aprendido del mejor.
Mi saludo fraternal. Walter.

Por Walter Di Giuseppe
Abogado. Miembro Fundador de IQ (Identidad Quilmeña)

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