El espíritu de Jethro Tull sigue más vivo que nunca

El cantante y músico escocés Ian Anderson, líder de la mítica agrupación de rock/folk progresivo, se presentó por partida doble en el Teatro Gran Rivadavia de Buenos Aires, donde interpretó los grandes clásicos de Jethro Tull junto a composiciones nuevas. Lo acompañó una banda que estuvo a la altura de las circunstancias y una puesta en escena de primer nivel

A esta altura, puede decirse que Ian Anderson es un abonado a nuestro país. Y demás está decir que su público sabe cómo agradecérselo ante cada presentación. En esta ocasión, fueron dos mágicas noches en el Teatro Gran Rivadavia donde el cantante escocés mostró lo mejor del repertorio de Jethro Tull, una banda que a lo largo de su trayectoria fue construyendo un estilo propio, fácilmente identificable, y que, a esta altura, ha dejado una marca inigualable dentro del amplio mundillo del rock británico.

Si bien es cierto que el vocalista, flautista y guitarrista es el único miembro original del grupo que germinaba allá por 1967, la banda que lo acompañó (Florian Opahle en guitarra, Scott Hammond en batería, John O’Hara en piano, acordeón y voz, y David Goodier en bajo y voz) demostró estar en todo momento a la altura de las circunstancias.

Puede decirse que más que un simple show de rock fue un espectáculo con todas las letras, ya que a medida que se iban sucediendo las canciones, cada una de ellas iba acompañada (en perfecta sincronización) por imágenes e intervenciones visuales remisivas a la vida de Jethro Tull (tal el nombre de un inventor inglés de una maquinaria agrícola) y apariciones vocales de los distintos personajes de la historia. Un juego nada librado al azar, sino más bien muy detalladamente pensado por uno de los artistas que más en alto ha dejado la bandera del rock progresivo/folk rock.

Clásicos infaltables como “Heavy Horses”, “Wind Up”, “Aqualung”, “Living In The Past” y “Cheap Day Return”, compartieron escenario con otros temas más recientes como “Fruits Of Frankenfield”, “And The World Feeds Me”, “Stick, Twist, Bust” y “The Turnstile Gate”.

La ópera llegó  a su fin de la mano del infalible “Locomotive Breath” (casi un ritual de cierre en cada concierto), para luego de unos minutos dar paso a “Requiem and Fugue” (un homenaje a Wolfgang Amadeus Mozart), y “Bourée”, canción que a 48 años de su salida (en el álbum “Stand Up”) no cansa escucharla.

Así fue como, una vez más, el carismático Ian Anderson deleitó al público porteño con lo clásico y lo actual, lo pasado y lo moderno de Jethro Tull, una banda que no pierde vigencia y sigue demostrando que aún tiene mucho para darle al complejo mundo del rock progresivo.

 

 

Colaboración: Gonzalo Sutil 

Compartir