Diego Armando Maradona cumpliría este miércoles 64 años, de los cuales vivió 60 de pura adrenalina, en los que influyó de manera gravitante en el fútbol mundial, lo que lo llevó a ser considerado «el mejor futbolista de todos los tiempos», pero también «condenado» socialmente por sus actos fuera de la cancha.
Maradona nació el 30 de octubre de 1960 en el Policlínico «Evita» de Lanús, y fue el quinto hijo del matrimonio de Diego «Chitoro» Maradona y Dalma Salvadora «Tota» Franco, que vivían en una humilde casa de Villa Fiorito.
Maradona debutó en la Primera División de Argentinos Juniors el 20 de octubre de 1976, en la cancha que hoy lleva su nombre y apellido en pleno barrio de La Paternal, que forma parte del circuito cultural de Buenos Aires.
A lo largo de su carrera, a fuerza de goles y habilidad, consiguió marcar récords, hitos y se emparentó a fuego con la Selección argentina, pese a que César Menotti lo dejó fuera del Mundial de 1978 y él, tal vez como revancha, logró el Juvenil (hoy Sub 20) en Japón 1979.
Salió campeón con Boca. Pasó al Barcelona, donde tuvo hepatitis y le rompieron un tobillo. Se peleó con la dirigencia blaugrana y llegó a Nápoles, donde lo adoptaron como su hijo dilecto y lo elevaron al mismo sitial de San Genaro, el patrono de la ciudad.
Además, desde 2020, el estadio napolitano también porta su nombre. Enfrentó las críticas, las provocó. Vivió una vida de locura, llena de presión y excentricidades, y un día la droga tocó a su puerta y cruzó el umbral.
Marcó el gol más hermoso de toda la historia del fútbol contra Inglaterra en México 86, el día del nacimiento del «barrilete cósmico», y dejó también el recuerdo de «La Mano de Dios», con la que engañó a propios y extraños, con una sonrisa pícara y sus rulos «Made in Fiorito».
Alzó la Copa del Mundo en México 86. Lloró con la medalla de subcampeón colgando del cuello en Italia 90, a sabiendas que el equipo fue apenas un resabio de lo que brilló cuatro años antes, pero le espetó a los italianos su bronca porque le silbaron el himno: «Hijos de puta».
Fue suspendido por doping. Engordó. Se peleó con la prensa. Confesó a los cuatro vientos su adicción y fue juzgado y sentenciado. Pero también fue a la prestigiosa universidad de Oxford a enseñarles un poco de «inspiración».
Jugó en seis equipos en el mundo: Argentinos Juniors, Boca y Newells Old Boys, todos en la Argentina, Barcelona y Sevilla en España y Napoli en Italia. Marcó más de 358 goles en toda su carrera profesional y jugó más de 720 partidos oficiales.
El 25 de noviembre de 2020 tras una insuficiencia cardíaca crónica que derivó en un edema de pulmón, murió en su casa de Tigre a los 60 años cuando era entrenador de Gimnasia y Esgrima La Plata, último club que lo acobijó y le hizo sentir el amor del fútbol argentino en cada estadio que pisó.