Bruno Gelber, el gran pianista que debutó en Quilmes

Actuó en público por primera vez a los cinco años junto a su madre. “Toqué en un concierto multitudinario de fin de año, de alumnos de una colega y amiga de mi madre. Salí muy campante, feliz, seguro… Fue el único concierto en el que no tuve nervios”, recordó el prestigioso músico

“¡Me acuerdo como si fuera hoy!”, dice el prestigioso pianista Bruno Gelberg al recordar su debut, en cada entrevista que da, a los cinco años, en Quilmes.
El premiado músico, que tocó en los principales escenarios del mundo ante las audiencias más selectas, tuvo un temprano debut en esta ciudad.
“Hasta me acuerdo cómo vestía mi madre, el colectivo que tomamos en la calle Cramer (barrio Belgrano), el colectivo 267 ( 67 en ese momento) para ir a Constitución y de allí un tren –Roca- hasta Quilmes”.
Si bien para el artista de 79 años es difícil recordar direcciones y fechas, lo que quedó en su memoria son las sensaciones de aquel día de 1946. “Toqué en un concierto multitudinario de fin de año, de alumnos de una colega y amiga de mi madre. Salí muy campante, feliz, seguro… Fue el único concierto en el que no tuve nervios”.
En ese sentido, la inseguridad que adquirió como costumbre a cada una de sus cinco mil conciertos futuros “son el tributo que todos pagamos por la celebridad, es el terror a la nota falsa, es un problema personal, que el público raramente se da cuenta”.
Gelberg se crió en un ambiente musical, sus padres músicos, ella pianista y él violinista. La casa parecía un conservatorio, en cada habitación sonaba una música distinta.
Hoy, en la madurez, convive con el reconocimiento desde que tiene memoria. “Yo siempre viví en el elogio, guardarse lúcido es difícil”.
. El talento le vino desde el vientre de su madre y al trabajo lo sumó desde que tenía dos años, cuando repetía con dos dedos lo que escuchaba a los alumnos de su progenitora. Estudió con el maestro Vicente Scaramuzza con quien hizo un concierto para piano nº 3 de Beethoven a los 10 años. A los 14 debutó en el Teatro Colón con la obra para piano de Robert Shumann y para él fue un desafío ya que era la primera vez que usaría pantalones largos.
Continuó sus estudios de piano en París a partir de los diecinueve años con la pedagoga Marguerithe Long para la que fue, en sus propias palabras, el último pero el mejor de sus alumnos-, gracias a una beca del gobierno francés. Vivió en la capital francesa hasta finales de los años ochenta, cuando se trasladó a Mónaco.
Su predisposición para los conciertos fue siempre la misma, no importa si es Salzburgo, Lucerna, Berlín o Bell Ville. “Yo acerco lo que interpreto de los compositores, no me adapto al lugar que toco, traigo la gente hacia mí”.

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