Columna de Opinión: Cada ciudad con su loco

Podría sonar peyorativo, pero para aquellos que los vivimos, conocimos y hasta convivimos almuerzos, reuniones, mudanzas y cuántas cosas más, hablar de nuestros queridos personajes con el apodo de loco, es solo una forma más de afecto para aquel al que se le permite todo.
En la barrera de Las Heras-Lamadrid estaba Willy. Algunas veces demasiado flaco y otras demasiado gordo. Siempre despeinado y cada vez que alguien le gritaba por la ventana de un auto al pasar, Willy saludaba agitando ambas manos en forma descoordinada y riendo a carcajadas. Desconozco si ese era el nombre, pero recuerdo que cuando era chico estaba mucho mejor y hasta hemos compartido charlas con los pibes de la curva de Lebensohn y nuestro querido personaje.
Por las calles de la ciudad, la mayoría de las veces en Rivadavia y Lavalle, se escuchaban los gritos o alaridos, que desencadenaban alguna palabra insultante. El que no lo conocía se asustaba porque parecía que alguien estaba a punto de pelearse con otra persona. Un choque o una discusión de magnitud. Pero no. Es Baley. Un fulbero de raza. Daniel iba con la camiseta de Quilmes para todos lados. Al igual que Willy, al principio era más accesible y hasta andaba en bicicleta, pero siempre tenía altibajos que mostraban su peor cara en cuanto a la exteriorización de una personalidad agresiva; pero luego y con el paso de los tiempos hasta lo pudimos ver en el Círculo Universitario de Quilmes realizando alguna tarea que lo mantenía ocupado, alguna hamburguesa en el tercer tiempo, mejor vestido y comido y muchísimas más veces calmo y hasta con la posibilidad de mantener una conversación amistosa.
Pero sin dudas el más relevante de todos y el cual hoy ya hace más de un año que no se encuentra físicamente entre nosotros es Churrinche. Ya decía Ernest Hemingway que «la gente buena, si se piensa un poco en ello, ha sido siempre gente alegre». Gustavo era eso, un tipo alegre. Muchas veces nos preguntamos qué edad tenía, ya que siempre parecía un pibe.
El tiempo que más lo conocí fue cuando vivía en la esquina de mi casa. Había una obra en construcción y estaba un poco abandonada, así que él pasaba por la puerta de chapa y se internaba en la obra donde se había hecho una piecita. Todos los vecinos ya sabíamos que Churrinche vivía ahí. Al mediodía venía hasta la puerta de mi casa, donde yo vivía con mis padres y mi mamá siempre le hacía un sándwich con alguna fruta que yo le llevaba para que almuerce.
Toda la ropa que ya no usábamos se la íbamos dando a él. Pero siempre voy a recordar algo muy especial. Churrinche rara vez pedía algo, pero a los que conocía mucho, como en este caso, siempre me pedía un tema puntual. En esa época siempre salía de traje para ir a trabajar y si hacia frío con un sobretodo. Él amaba los sobretodos. Cuando me veía pasar me lo acariciaba y decía que algún día él iba a tener uno así. Nunca me voy a olvidar. Un día salí a la calle pero con el sobretodo de mi abuelo. Ese día me lo crucé y yo tenía todo preparado. Como siempre lo acarició y le dije: ¿Churri, lo querés? Obviamente sus ojos brillaron, esa risa de niño sin impurezas. Esa alegría casi perfecta de conformarse con poco. Me lo saqué y se lo puso. De ahí en más lo vi cambiando de lugar pero siempre que me cruzó me agradeció el sobretodo.
Hoy tenés una página de Internet. Una cadena de WhatsApp. Fuimos a tu velatorio y conocimos a tus familiares. Hoy vas a tener un mural. Hoy los recuerdo como lo que son, verdaderos amigos de nuestra ciudad.

Por Walter Di Giuseppe

Abogado. Miembro Fundador de IQ (Identidad Quilmeña)

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