El Grupo L y la educación alimentaria para combatir enfermedades

Por Silvina La Porta (Licenciada en Nutrición)

El 2020 nos obligó a enfrentar diversos desafíos. Uno de los más importantes es la alimentación y la problemática del hambre en el contexto COVID-19 para los países como el nuestro, en donde sigue aumentando la cantidad de enfermedades relacionadas con la alimentación, como por ejemplo el sobrepeso y la obesidad, la anemia, diabetes y la hipertensión además de la desnutrición, entre otras.

Por esto es necesario tener en cuenta las múltiples dimensiones que permiten identificar los rasgos y características de la sociedad que estamos creando y formando día a día a partir de las políticas alimentarias, pero también de las acciones de todos los actores sociales: empresas alimenticias, educadores, consumidores, etc.

Si bien el acceso a los alimentos puede ser un límite para comer bien por problemas con los recursos como dinero, información y tiempo (para sembrar y cultivar huertas); otro de los principales limitantes es la falta de educación alimentaria. Ejemplo: la dieta monótona, los desayunos incompletos que a veces incluso se suprimen y optar por ingerir muchos alimentos en una sola comida.

La Educación Nutricional no solo contempla la difusión de información acerca de los alimentos y sus nutrientes, sino que también proporciona las herramientas para saber qué hacer y cómo actuar para mejorar la nutrición. Esta gestión depende del estado en términos de desarrollo de políticas y programas que contribuyan a fomentar la compresión pública sobre la importancia de la sana alimentación; la creación de entornos que faciliten la elección de opciones alimentarias saludables y de la creación de capacidades, tanto para individuos como para instituciones para adoptar practicas alimenticias y nutricionales que promuevan la buena salud. Así también es una responsabilidad de los organismos a cargo de la educación y del sector privado y/o cámaras alimentarias. Sin desconocer el lugar del que se alimenta, su responsabilidad y compromiso por su salud y la de su familia.

La información adecuada sobre qué, cuándo y cómo ingerir los alimentos nos permite mejorar la salud, obtener los alimentos a precios asequibles, preparar comidas saludables, reconocer malos hábitos y cómo modificarlos, además de educar a nuestros hijos y a otros sobre la alimentación saludable.

Ser más conscientes de estos indicadores es parte de esta educación alimentaria que necesitamos en el país. La semana por ejemplo, el Gobierno nacional oficializó en Boletín Oficial la creación del Programa Nacional de Educación Alimentaria Nutricional, denominado «Alimentar Saberes», que tiene entre sus objetivos «garantizar el acceso a información actualizada y científica sobre alimentación saludable». De esta manera se reconoce un papel fundamental de la información para fomentar buenas prácticas de consumo de un modo más eficiente.

Desde hace algunos años, desde el sector privado brindamos charlas sobre alimentación saludable como parte del servicio alimentario para escuelas y para comedores sociales, centros de primera infancia, hogares de ancianos y de niños. En 2017, llevamos a cabo 29 charlas gratuitas en alimentación saludable para más de 400 personas. Mientras que en 2018 y 2019 realizamos 5 talleres de formación sobre buenas prácticas en la manipulación de alimentos e inocuidad para las personas a cargo de la cocina de las escuelas, comedores sociales, clubes de barrio y emprendimientos gastronómicos. La iniciativa ganó dos premios APSAL (2019 y 2020).

El contenido de esta propuesta fue dictado durante 2 encuentros por taller, elaborado con la colaboración de la Licenciatura en Nutrición de la Universidad de La Matanza y dictado por nuestro equipo de nutricionistas y chefs que quedan en contacto con alumnos por preguntas/consultas. La propuesta incluyó una parte teórica y una práctica (clase de cocina), la donación de elementos para equipar las cocinas de esas instituciones y alimentos para los participantes. Se trabajó en forma articulada con los municipios de Quilmes, San Martín, Vicente López, Tres de Febrero y Moreno.

Los nutrientes que no se consumen en la etapa de desarrollo, difícilmente puedan compensarse en una etapa posterior. Una dieta balanceada baja el riesgo futuro de obesidad, ya sea durante la adolescencia o la edad adulta, una problemática que lamentablemente es cada vez mayor.

Es imperioso comprender que como sociedad necesitamos resolver los problemas de salud de las comunidades modernas como la alimentación incorrecta e insuficiente. Y además, que entre todos, tenemos la oportunidad de garantizar el acceso a los alimentos y reducir la producción de enfermedades vinculadas con el estilo de nutrición.

Silvina La Porta
Licenciada en Nutrición de Grupo L

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