El recuerdo de Miguel Benancio Sánchez

Ayer se cumplieron 41 años de la desaparición de Miguel Benancio Sánchez, ya que un 8 de enero de 1978 una patota de la última Dictadura se lo llevó de su casa en Villa España. Anualmente, en Berazategui se realiza la Carrera de Miguel en su memoria.
Miguel Benancio Sánchez pudo haber sido futbolista, pero eligió ser atleta. Después de tener que dejar la pelota por su trabajo en el Banco Provincia, se federó en Independiente y representó al Banco. Desde Tucumán, un joven Miguel de 17 años llegó a la provincia de Buenos Aires y se radicó junto a su madre y a sus hermanas en Villa España, con miles de sueños cargados en su corazón e imaginados a cada segundo en su cabeza.
Decidió que si no podía jugar al fútbol, dado que el trabajo en el Banco Provincia era imprescindible, se entusiasmaría con ser atleta, que lo pensó al darse cuenta que tenía velocidad en las piernas. Junto a su maestro Osvaldo Suárez, quien representó a Argentina en los Panamericanos de San Pablo en 1963, practicaba tres horas diarias antes y después de trabajar.
Miguel también militaba. Militaba por un barrio, una ciudad, una provincia, un país y un mundo mejor en el que todos tengan el mismo acceso a la vivienda y educación. Por ello, todos los fines de semana, junto a sus compañeros de la Juventud Peronista, se acercaba a los barrios a trabajar con los vecinos para atender sus necesidades y enseñaba a leer y a escribir. También escribía y leía poemas. Miles de poemas, del cual Para vos atleta es el más resonante porque tiene que ver con su vida.
Cuando se produjo el Golpe Militar en 1976, las actividades en la Unidad Básica de Villa España dejaron de realizarse y Miguel se dedicó de lleno a su pasión deportiva. Corrió en Roma e hizo tres veces la carrera San Silvestre que se realizaba todos los 31 de diciembre.
Luego de correr en Brasil y Uruguay, el 7 de enero de 1978 regresa al país. El 8 de enero los militares se presentaron en su casa buscando a Miguel Ángel. Una de las hermanas gritó que allí no había ningún Miguel Ángel, que su hermano era Miguel Benancio. Los asaltantes lo agarraron, le derribaron su estantería de libros y se lo llevaron. Vendaron sus ojos y lo metieron en un Falcon verde prometiéndole a su familia que iba a volver. Nunca regresó. Ni siquiera cumplieron su última voluntad de darle un beso y abrazo a su madre. Se lo llevaron y hasta hoy es uno de los treinta mil desaparecidos.

 

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