En una jornada marcada por el descontento y la movilización ciudadana, el protocolo propuesto por Patricia Bullrich, presidenta del PRO, se vio opacado por el fracaso en su ejecución y las provocaciones de las fuerzas federales. La multitud, en lugar de caminar por la vereda, desbordó las calles principales de Buenos Aires, interrumpiendo el tráfico en gran parte del centro de la ciudad.
La convocatoria, que buscaba expresar el descontento de diversos sectores de la sociedad, evidenció la falta de eficacia del protocolo diseñado para canalizar y controlar la protesta. A pesar de las indicaciones de Bullrich, la multitud optó por marchar por las avenidas de Mayo, Callao, Entre Ríos y Rivadavia, generando caos vehicular y tensiones con las fuerzas de seguridad.
Las provocaciones no se hicieron esperar, y las fuerzas federales se vieron involucradas en incidentes en el Puente Pueyrredón y en los alrededores de la Plaza del Congreso. Los intentos de contener la marcha y las respuestas a las provocaciones generaron momentos de tensión, exacerbando aún más el clima ya caldeado de la jornada.
El tráfico interrumpido en el centro de la ciudad fue un reflejo palpable de la magnitud de la protesta, que superó las expectativas de quienes intentaron implementar un protocolo para contenerla. La situación puso de manifiesto la brecha entre la estrategia propuesta y la realidad de una ciudadanía que demanda ser escuchada.
La jornada dejó en evidencia no solo el descontento social, sino también la necesidad de un diálogo efectivo entre el gobierno y los ciudadanos para abordar las problemáticas que motivaron la movilización. El fracaso del protocolo y las provocaciones resaltan la complejidad de gestionar la protesta social en un contexto en el que las demandas ciudadanas son cada vez más urgentes y diversas.
