Hoy llueve y tiembla el barrio

Se pone negro el panorama y ya empiezo a pensar lo que estarán viviendo mis vecinos, aquellos que, como en la Atlantis perdida, se adaptaron al agua.

No cran que exagero. Existe otra humanidad. Una que vive a 60 centímetros del piso. La heladera arriba de un cajón de manzana. La cama sobre ladrillos. Ya no hay ropero. La ropa se va acomodando en una soga amurada de pared a pared sobre algún ángulo de la habitación o algo así como un living donde están colgadas perchas con ropa. En la imagen si resalta un mobiliario recurrente. La repisa. Esas que se venden en los súper completita. Con Fisher, tornillo, escuadra y madera de soporte. De eso si hay, y en ella se acumulan infinidad de cosas. Buzos, pantalones, medias, etc. Las zapas colgadas de los cordones en algún gancho puesto en la pared.
Bajar la vista en esas casas es ver un piso de cemento. No hay cerámico. No hay madera. No hay nada porque si preguntas, cosa que como era normal en todos lados, te aclaran que eso no es el piso. Que la cerámica, la madera o lo que haya sido esta debajo. Que debieron hacer una nueva carpeta. Y luego otra. Y luego otra. Hasta tener una altura un poco más acorde al nivel de la inundación barrial.
Pero este panorama es para los que están bien. Para aquellos que pudieron reinventarse en la penuria de un problema de añares nunca resuelto. Para los pobres, pobres, la realidad es otra también recurrente. Los más básicos levantaron en la puerta una empalizada de cuatro o cinco ladrillos de canto con revoque. Los más prolijos una compuerta de madera que se pone y se saca, deslizándose en dos hierros en u amurados al marco de la puerta.
Hoy llueve y tiembla el barrio. Terminamos de charlar con los vecinos y a nadie escapa que el cielo se está poniendo negro. El último mate es con apuro, empiezan los preparativos del diluvio. No habrá Arca pero si algunos insumos para elevar en lo más alto, húmedo pero seguro para salvar. La corrida es cada vez más desesperante porque los viejos del barrio no tienen posibilidad de acceder a un lugar más elevado y tampoco podrán salir porque el desborde del arroyo es inminente. Avisa y traiciona. Estas nuevas lluvias no entienden de política. Son de poco tiempo pero de mucha cantidad. Ya saben que no habrá forma de evitarlas, solo hay que resignarse a pasar el momento.
Ya no es como hacerles entender que de ninguna manera deshonraré mi honor, ni incumpliré la promesa de solucionar este desastre. Por el fondo se eleva una mano en medio de la charla sobre nuestro proyecto sobre erradicar las inundaciones, sobre la canalización de los arroyos y sobre las avenidas que haremos sobre ellos. La mano toma cuerpo y eleva la vos sentenciando: por favor, cuando seas intendente no nos traigas colchones, tráenos dignidad.
Que paso a lo largo de los años con los olvidados de siempre. Estos que tiemblan ante la oscuridad del día que, como una profecía certera, les traerá el desastre. Ahora si la frase es viable y cueste lo que cueste habremos de solucionar este tema. La dignidad no se negocia.
Un abrazo fraternal. Walter
Por Walter Di Giuseppe
Abogado.
Miembro Fundador de IQ (Identidad Quilmeña)

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