Masacre de Wilde: declaró el único sobreviviente

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Claudio Díaz, el único sobreviviente de la denominada «Masacre de Wilde» de 1994, declaró en el juicio por este emblemático caso de «gatillo fácil» que nunca va a olvidar la frase «¡me queman!» que le oyó decir al asesinado Edgardo Cicutín, quien iba con él en su auto cuando fueron atacados a balazos por los policías que los confundieron con delincuentes.
En la audiencia también declararon las viudas de Cicutín y del remisero muerto también a tiros, una de las cuales dijo que un efectivo le reconoció que se había tratado de un «lamentable error» y la otra contó que el auto de su marido estaba «completamente agujereado», con «restos de sangre» y «lleno de balas».
«Mi compañero me iba hablando del bautismo de su hijo que se iba a hacer pronto (…) El tránsito estaba parado, veo que en la esquina nos hacen señas como que había habido un robo o algo por el estilo y en ese momento empezamos a sentir muchísimos tiros, no eran dos, tres, cuatro ni cinco; eran muchos más», recordó esta tarde Díaz sobre el momento del hecho, cuando conducía su Dogde 1500 en compañía de Cicutín, con quien trabajaba en la venta de libros.
Al declarar como testigo ante el Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) 3 de Lomas de Zamora, el sobreviviente señaló: «miro para ese lado y le digo a Edgardo ‘gordo nos están tirando a nosotros'».
Tras esos primeros disparos, el Dodge se detuvo y Díaz descendió del mismo, momento en el que vio un «abanico de gente con armas» y le decían que se tirara al piso.
Según el sobreviviente, los policías preguntaron si tenían «fierros» y que él le respondió con ironía: «el único fierro que llevo es una lapicera».
«Se escuchan unos gritos y en segundos se volvió a escuchar tiros, unos nueves disparos (…) Justo en ese momento también escucho a Edgardo que se quejaba y la frase que nunca voy a olvidar de él diciendo: ‘¡Me queman!'», detalló.
Y explicó que Cicutín siguió quejándose, al tiempo que uno de los policías le decía «calmate gordito que ya viene la ambulancia».
Luego, uno de los efectivos le dijo a otro «pará, pará, que ya está dominado», en tanto cuando él se levantó lo vio a su compañero de espalda, tras lo cual lo subieron a un auto particular sin decirle lo que había pasado.
«Me llevaron a una comisaría donde me dijeron que había habido un error, después me dejaron en libertad y ahí vi mi vehículo todo agujereado», añadió.
De acuerdo al sobreviviente, los que los interceptaron «no eran coches de policía, ni tenían sirenas», los efectivos «no dieron voz de alto ni venían uniformados» y eran «seis o siete personas armadas»; y remarcó que ellos no se resistieron.
Por último, Díaz expresó que referirse a lo sucedido es «abrir una caja que se abre de vez en cuando y que es un recuerdo extremadamente feo».
«Lamentable error, esa fue la frase que el comisario que trasladaba a los detenidos para la reconstrucción del hecho me dijo», recordó Raquel Gazzanego, viuda Cicutín al comienzo de la audiencia del debate que tiene a siete ex efectivos sentados en el banquillo de los acusados.
Gazzanego recordó que el mismo jefe policial le dijo: «su esposo estaba en el lugar equivocado a la hora equivocada.»
Esta segunda audiencia de debate rechazó los planteos de nulidad, de inconstitucionalidad y de prescripción de la causa realizados, tras más de 28 años de la masacre.
Luego declaró Patricia de Ángeles, viuda del Roberto Corbo, quien recordó que se enteró de lo ocurrido con su marido por la tapa de un matutino en la que reconoció «la patente del auto» con el que él trabajaba como remisero.
La mujer explicó que un vecino la llevó hasta la comisaría en la que encontró el auto de su marido «totalmente agujereado» y con «restos de sangre» en el asiento del conductor.

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