¿Y si hacemos un muñeco?

Columna de Opinión

Hace ya largo tiempo que las películas de niños tienen mensajes subliminales que tienden a la protección del medio ambiente, al sostenimiento de los vínculos familiares y de amistad, a la descripción de la maldad y su antónimo la bondad. Y así les van dejando a nuestros hijos una serie de enseñanzas de algún equipo de psicólogos contratados al efecto.
Lejos del análisis que podríamos hacer sobre estos casos, hay una frase de la película Congelada o Frozen, que titula a una canción que se hizo famosa donde una hermana le pregunta a la otra si, con el afán de divertirse, hacían un muñeco.
Tal cual como los olores nos remontan a la memoria, ya que dentro del cerebro se ubica un sistema de almacenamiento que recupera información a través de los sentidos, también sucede con lo que oigamos; ya que nuestra memoria es un registro de percepciones. Así con cada pronunciación de la frase principal de la canción de Disney recordaba cuando niños disfrutábamos los fines de año armando el famoso muñeco del año que se iba para quemarlo en el centro de la calle, y al cual, si la económica había sido buena, llenábamos de explosivos.
Primero a juntar las maderas para hacer el esqueleto. Después clavábamos todo e intentábamos que se pare. En los mejores momentos conseguíamos ropa vieja y la llenábamos con papel de diario retorcido. Estratégicamente colocábamos cañitas voladoras para que a medida que se iba quemando el muñeco vayan saliendo al aire.
No era algo solo de nuestra ciudad, es más, si ese año nos tocaba pasarla con la familia de La Plata era otra historia. Allá, en la ciudad de las diagonales, el tema del muñeco era una competencia feroz. El más grande, el más lindo, el más original o elocuente para la ocasión. Pero de alguna u otra manera la alegría se expresaba para terminar, o quemar, el año que se iba.
Quizás los buenos momentos se fueron perdiendo justamente por la imposibilidad de estar en la calle. Por la falta de comunicación entre los barrios y también por la falta de economía en las casas. No imagino chicos en las esquinas parando a los automovilistas y pidiendo para el muñeco. No se me ocurre una situación de las comunes de aquella época, ya que si las traslado al presente seguramente algún loco atropella a uno de estos chicos pensando que lo quieren robar.
Tampoco puedo pensar en que cara le pondría al muñeco que quemaría en la calle, ya que en esa época era toda una definición establecer la temática para hacer desaparecer entre las llamas. Hoy seguramente sería otra situación de conflicto. Esa supuesta brecha creada en el imaginario colectivo y alimentado por nuestra clase dirigente hipócrita que pretenden diferenciarse de sectores cuando son dos caras de la misma moneda.
Mi saludo fraternal. Walter.

Por Walter Di Giuseppe
Abogado.
Miembro Fundador de IQ (Identidad Quilmeña)

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