A un año del crimen de Lucas González

crimen Lucas González

«Te vine a ver», fueron las palabras que Héctor «Peca» González expresó al visitar por primera la tumba de su hijo Lucas, el futbolista varelense de Barracas Central asesinado de un balazo policial hace casi un año en ese barrio porteño, cuando salió de entrenar del club con tres amigos.
A días de cumplirse el primer aniversario del crimen, el jueves 17 de noviembre próximo, Héctor González (38) y Cintia López (36), padres de Lucas, junto al menor de sus hijos, Tiziano (9), visitaron el Cementerio Parque Iraola, de Hudson, en el marco de una recorrida que realizaron con Télam por ese y otros sitios para recordarlo y homenajearlo.
Tuvo que pasar un año para que «Peca» pudiera regresar al lugar donde descansan los restos del mayor de sus hijos, baleado por efectivos de una brigada de la Policía de la Ciudad cuando iba en un auto con tres amigos por Barracas, luego de entrenar en el club local para el que jugaba.
A diferencia de «Peca», Cintia, mamá de Lucas, ya había visitado el cementerio el pasado 22 de mayo, cuando Lucas hubiera cumplido 18 años.
Héctor, en cambio, reconoció que no se había animado a volver desde el día en que lo inhumaron: «Ver su nombre es muy duro. No lo traje al mundo para tenerlo acá. Lo cuidé tanto…Le enseñamos los valores, el respeto, cómo tiene que manejarse en la vida. Sin embargo…hizo todo bien…», dijo antes de volver a quebrarse en llanto.
Unos minutos después, hizo una promesa: mandar a hacer una placa con los escudos de Defensa y Justicia, club del que es hincha su familia, y de Barracas Central -«el último amor de Lucas», dijo-, junto a una pelota de fútbol, como símbolo de la pasión que lo unía a su hijo.
Héctor aseguró que recién volverá al cementerio una vez que se conozcan las condenas para los 14 policías de la Ciudad acusados en la causa, tres de ellos por disparar y matar a Lucas, y los restantes por encubrir el hecho e intentar hacerlo pasar como un tiroteo con delincuentes.
Lucas tenía 17 años cuando a la salida de un entrenamiento, en pleno barrio de Barracas recibió un balazo en la cabeza disparado por uno de los policías de la Ciudad sin identificar que los interceptaron cuando salieron del club local en el auto de uno de ellos y pararon a comprar una gaseosas.
Los chicos pensaron que querían asaltarlos y aceleraron, y los policías dispararon sin dudar. Luego se valieron de complicidades para intentar montar la escena de un inexistente tiroteo con supuestos delincuentes, pero salió a la luz que se había tratado de un caso de violencia institucional, que ya fue elevado a juicio oral con 14 efectivos acusados por distintos delitos, tres de ellos por el homicidio.

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