Este jueves, el Ministerio de Salud de la Nación informó la detección de los primeros cinco casos de viruela del mono (mpox) en Argentina en lo que va de 2024. Los contagios se registraron en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (dos casos), la provincia de Buenos Aires (un caso), Río Negro (un caso) y Santa Fe (un caso).
Según el Boletín Epidemiológico Nacional, que abarca desde la semana 1 hasta la 31 de 2024, se evaluaron un total de 39 casos sospechosos, de los cuales 24 fueron descartados y 10 permanecen en investigación. Todos los casos confirmados se identificaron desde finales de julio de este año.
Hasta el momento, el clado detectado en Argentina es el Clado II, el mismo que ha circulado en el país desde el inicio de la enfermedad en 2022. Este clado está presente en más de 30 países de la región y en múltiples naciones alrededor del mundo.
De los cinco casos confirmados, tres tienen antecedentes de viaje, uno no presenta registros de viaje, y el otro se encuentra bajo investigación epidemiológica. Todos los afectados presentan fiebre, mialgias, y exantemas vesiculares en diferentes partes del cuerpo, como genitales, perianales, manos y torso.
A nivel mundial, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró el 14 de agosto la emergencia internacional de salud pública debido al brote de viruela del mono, que ha causado cientos de muertes en el Congo y se ha expandido a Europa y otras regiones.
Síntomas de la viruela del mono
El Ministerio de Salud detalló que los síntomas más comunes de la viruela del mono incluyen lesiones en la piel y mucosas, que pueden ser dolorosas. Estas lesiones pueden aparecer en regiones genitales, perianales, la cara, palmas de las manos, plantas de los pies o el tronco. Las lesiones suelen ser planas al inicio, luego se llenan de líquido, forman costras, y finalmente se secan y caen, dejando una nueva capa de piel.
Otros síntomas incluyen dolor o sangrado anorrectal, inflamación de ganglios, fiebre, dolor de cabeza, dolor muscular o de espalda, y cansancio. Los síntomas suelen durar entre dos y tres semanas y, por lo general, desaparecen por sí solos o con cuidados de apoyo, como medicamentos para el dolor o la fiebre.