La recesión económica en Argentina, intensificada durante la gestión de Javier Milei, ha golpeado fuertemente a la industria cervecera. Las grandes marcas comerciales, como Quilmes y la chilena CCU, han reducido su producción en un 25% en comparación con el año anterior, mientras que las cervezas artesanales enfrentan una crisis aún más profunda, con una disminución del consumo y el cierre de fábricas y bares. Además, las cervecerías que operan bajo un modelo de franquicia también están viéndose obligadas a cerrar.
Esta situación, que afecta tanto a los productores industriales masivos como a los artesanales y franquiciados, se ha agravado debido a varios factores: la inflación, el aumento en las tarifas de energía, el encarecimiento de los insumos dolarizados y los crecientes costos de alquiler. Estos desafíos han llevado a la industria cervecera, que anteriormente había experimentado un auge, a un estado de supervivencia.
Según Martín Boan, presidente de la Cámara de Cerveceros Artesanales de Argentina (CCAA), la caída en la producción y el consumo de cerveza se debe a la pérdida de poder adquisitivo, un invierno inusualmente frío y la competencia de precios con el vino. En La Plata, por ejemplo, la Asociación de Cerveceros Artesanales Platenses (ACAP) ha visto reducirse a la mitad el número de productores asociados en lo que va del año.
La situación también ha impactado a las cervecerías de franquicia, como la marplatense Antares, que ha tenido que cerrar locales en ciudades importantes como Rosario y La Plata. En general, la crisis ha transformado la naturaleza del negocio cervecero en Argentina, obligando a los productores a adoptar medidas como la reducción del uso de lúpulo y la búsqueda de asociaciones para compartir costos.
El futuro del sector es incierto, con un mercado en declive y desafíos económicos que continúan afectando a todos los actores de la cadena productiva.