Se dice que el hincha es resultadista y claro que lo es. Ganar, perder o empatar no es lo mismo y cambia de manera rotunda el ánimo del futbolero. Sin embargo, luego del heroico y emotivo empate ante San Martín de Tucumán, el hincha del Cervecero no se retiró eufórico y acompañó su salida del estadio Centenario en silencio.
Eso que hacía tan solo pocos minutos, Pier Barrios a los 90 había levantado un 0-2 para con el último gol transformarlo en empate -el quinto seguido-, mantener la racha invicta de siete partidos y proteger el bastión del Centenario -14 que no pierde-.
Pero si algo distingue al hincha de Quilmes sobre otros es el olfato. Sí, el olfato. La gente se da cuenta cuando puede pasar algo. De ahí la convocatoria y el apoyo de temporadas pasadas o el rechazo y la indiferencia de otras tantas.
Tal vez ese sentido privó para que el «milagroso» empate ante los tucumanos no fuese festejado como en otras ocasiones.
Tal vez la diferencia en el juego entre ambos, provocó un baño de realidad y saber que este año va a ser muy difícil meterse en la pelea.
Tal vez no haya una identificación aún con un equipo nuevo que en los anteriores dos partidos de local había perdido la posibilidad de ganar de manera increíble en los últimos minutos, como había ocurrido frente a Sacachispas y Agropecuario.
Tal vez también sea el cansancio repetitivo de un torneo que es insoportable y del cual Quilmes estuvo a un solo penal de poder escaparse.
Pueden seguir los «tal vez» y seguro que hay muchas otras hipótesis por las cuales el inesperado empate ante San Martín, en vez de traer festejo y alegría, trajo silencio y preocupación.
Quilmes estuvo muy lejos en lo futbolístico de su rival y las respuestas deberá encontrarlas puertas adentro. Es momento de resolver varias cuestiones para evitar que finalmente la moneda caiga del otro lado y que este equipo le pueda entrar a la gente. Por ahora no puede.
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Sebastián Kerle
