La UNQ y la UNAJ durante la pandemia

Las universidades del Gran Buenos Aires (GBA) sostuvieron una «educación de emergencia» durante el primer semestre del año, según aseguraron rectores de instituciones de la región, quienes destacaron hoy que, pese a las limitaciones tecnológicas de docentes y estudiantes, la deserción «no fue alta» en virtud de la rapidez con que se efectuaron los cambios.

El cierre de la primera parte del año encontró a las universidades del GBA ante «un escenario incierto», aunque dada la región en la que están ubicadas -la de mayor concentración de casos de coronavirus en el país- planifican para dentro de un año la vuelta a las clases presenciales.

«Hemos dado un salto tecnológico de diez años en tres meses» dijo a Télam Ernesto Villanueva, rector de la Universidad Arturo Jaureteche (UNAJ). Además planteó que están «dando una educación de emergencia, ya que es impensable la humanidad a distancia, si uno no tiene más remedio lo hace, por obligación o por necesidad. En todo este período sacamos también aprendizajes positivos para docentes y estudiantes», agregó.

Para Alejandro Villar, rector de la Universidad de Quilmes (UNQ) «se trata de una educación de emergencia porque la educación virtual requiere de un acuerdo explícito entre el estudiante y el docente, así como un marco institucional. En ese contexto, el alumno sabe de antemano cuáles son las ventajas y desventajas a las que se enfrenta».

En este aspecto muchos alumnos se habían inscripto para una enseñanza presencial «y a la semana cambió todo, por lo que muchos de ellos me dijeron que no podían seguir la carrera en forma virtual y que volverían una vez que se restableciera el formato presencial».

Las universidades del GBA adoptaron en forma rápida el formato virtual, capacitando sobre la marcha a los docentes que no sabían de tecnología, con el objetivo de «evitar el desgranamiento» de estudiantes en el primer semestre.

Villanueva destacó que «ante todas las dificultades pensaba que la deserción sería un desastre, pero nos dio con un porcentaje levemente superior al de un cuatrimestre con clases presenciales».

Las limitaciones de infraestructura también se hicieron sentir en estas casas de altos estudios en lo que respecta a poder cumplir con las exigencias que establecen los protocolos de vuelta a clases presenciales elaborados por el Ministerio de Educación de la Nación y los rectores de universidades públicas y privadas.

En un sentido similar se expresó VIllanueva, quien destacó que «vamos a tener que cambiar la infraestructura para adaptarnos. Antes de la pandemia alquilábamos 30 aulas, teníamos un déficit de infraestructura enorme. Podemos pensar en un régimen semipresencial también, que en una clase de 40 alumnos vengan 20 un día y el resto el otro».

La rapidez con la que las universidades del GBA se adaptaron a los cambios fue lo que los rectores valoraron, y la comunicación entre estudiantes y docentes también mejoró ante la incertidumbre y el desconocimiento que planteaba la enseñanza virtual.

«En tres o cuatro días decidimos que el cuatrimestre fuera virtual, antes de eso teníamos pocos cursos que eran semivirtuales, nos tiramos a la pileta sin saber si había agua, pero no había otro modo», recordó Villanueva,

Villar destacó, por su parte, que si bien «el 40 por ciento de los cursos eran virtuales antes de la pandemia, en tres semanas adaptamos 9.000 espacios para 19.000 estudiantes, al tiempo que muchos docentes no preparados tuvieron que capacitarse a través de tutoriales».

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