Un estudio de la UNAJ y El Cruce comprueba la eficacia del cannabis en ciertas epilepsias

UNAJ cannabis epilepsias

Un equipo de investigadoras del Conicet y la Universidad Arturo Jauretche (UNAJ) comprobó que el aceite de cannabis (CBD) es eficaz en epilepsias que afectan sólo a una parte del cerebro y que son resistentes a los fármacos. El estudio, que se hizo durante seis meses en el Hospital El Cruce, evaluó la eficacia, la seguridad y la calidad de vida en 44 pacientes adultos de entre 18 y 60 años con diagnóstico de epilepsia focal.

“Este trabajo científico lo hicimos con una población de pacientes con epilepsia que no respondía a la medicación convencional pero que respondieron al cannabis”, destaca Silvia Kochen, directora de este proyecto de investigación que realizó junto a Manuela Villanueva, Liliana Bayarres, Anilu Daza-Restrepo, Silvia González Martínez y Silvia Oddo, integrantes de la Unidad de Neurociencias y Sistemas Complejos (ENyS), un espacio multidisciplinario de investigación, docencia y transferencia articulado entre CONICET, la Universidad Nacional Arturo Jauretche y el hospital de alta complejidad El Cruce-Néstor Kirchner, de Florencio Varela.

El estudio se realizó en el hospital El Cruce, tuvo una duración de seis meses y fue publicado en la revista “Epilepsy & Behavior”. Develó que el aceite de CBD administrado de manera complementaria en pacientes adultos con epilepsia focal resistente a fármacos fue eficaz, seguro y bien tolerado. De las 44 personas que formaron parte del proceso, el 86% redujo a la mitad sus convulsiones mensuales. “A diferencia de otras drogas con las cuales hay que retirar al paciente del ensayo clínico porque tiene un efecto adverso severo, en este estudio no sólo eso no sucedió sino que, además, vimos un impacto positivo en la calidad de vida del sujeto. Por ejemplo, está más conectado, mejora su humor, el sueño”, aseguró a Argentina Investiga Kochen, coordinadora científica de Cannabis Conicet y también de la Red de Cannabis de Uso Medicinal e Industrial del Conicet (RACME-Conicet) en una nota de la UNAJ publicada por Argentina Investiga.

Respecto de los efectos del aceite de CBD, la especialista enfatiza que “algunas moléculas o fármacos son excelentes, pero muchas veces no las podemos usar porque aumentan la ansiedad o porque interfieren con una buena calidad del sueño. Entonces, esto también posiciona al CBD con una eficacia directa disminuyendo la frecuencia de crisis, y también con otros efectos que son realmente muy positivos”.

–Uno de los criterios de inclusión en la muestra fue que sean pacientes con epilepsia focal. ¿Cuál fue el motivo de esta selección?

–Porque la forma más frecuente de presentación de la epilepsia es lo que se llama focal: una zona de la corteza cerebral donde se ubica una red neuronal epiléptica y desde donde se origina la descarga. Entonces, el estudio se basó en esos pacientes con epilepsia focal que no responden a la medicación. Hay muchas publicaciones sobre niños y adolescentes, sobre encefalopatías epilépticas, sobre formas generalizadas de epilepsia, pero hay muy pocas en poblaciones jóvenes y adultos en formas de epilepsia focal, sin ningún tipo de alteración cognitiva. Y entonces queríamos ver cómo era la respuesta en esta población.

–Teniendo en cuenta este proyecto de investigación y los resultados favorables del tratamiento de la epilepsia focal con CBD, ¿se puede contemplar este fármaco para otras enfermedades?

–Existen muchas líneas abiertas en este momento y un crecimiento exponencial de las publicaciones. Se está trabajando en Parkinson, en autismo, en demencia, en el dolor crónico, en glaucoma, en trastornos del sueño, en trastornos de la ansiedad. A esto se suma que no hay dosis letal, o sea, no hay ningún reporte de muerte por uso de cannabis; tampoco hay efectos adversos severos. Incluso, está muy discutido si provoca adicción, ya que algunos autores dicen que el THC en altas dosis puede provocarla. Pero, por otra parte, existen investigaciones que sostienen que el cannabis se está trabajando como droga de salida a adicciones severas.

–En línea con esto último que planteás, ¿considerás que aún es una complicación y que existe cierta resistencia a hablar sobre cannabis al estigmatizarlo como una droga ilegal?

–Es muy interesante la pregunta. Cada vez sucede menos. Se hicieron encuestas desde la RACME, la red de cannabis Conicet que coordino, también desde ONG’s en las Ciencias Sociales, en la Universidad Nacional de Quilmes, sobre esto que preguntan y cada vez hay menos prejuicio. Creo que una cosa importante es el conocimiento. A medida que tenés información y conocimiento derribás estos tabúes y prejuicios y también en la demostración de la eficacia. Por ejemplo, la gente mayor que tiene dolor crónico anda muy bien con el cannabis. Entonces, esta evidencia, esta construcción de conocimiento, que es un poco una de mis preocupaciones para evitar que se diga cualquier cosa, hace que también contribuya. También ayuda a derribar todos los prejuicios; esta demonización que tuvo la planta en su momento cuando se decidió que se prohibía.

–¿La aprobación de la ley de cannabis medicinal y cáñamo incide también?

–Estamos todos esperando que se termine de implementar a través de la Agencia Nacional de Cannabis. Una preocupación que tenemos es que se está demorando demasiado. La otra preocupación es que cuando se reglamente, no repitamos errores de otros países, donde quedó limitado a algunos pocos y entonces no se tiene en cuenta todo el trabajo que se realiza en todo el país, a nivel federal: empresas públicas y privadas, pequeñas ONGs, pequeñas cooperativas. La idea es que cuando se reglamente, los brazos se abran de verdad de manera muy amplia, como para que esto no quede acotado, limitado, a unos pocos.

–¿Hay experiencias en otros países de desarrollo que puedan tomarse como ejemplo?

–Hay muchas experiencias para tomar y también hay muchas experiencias para no tomar. Hay que tratar de no cometer los mismos errores. Por ejemplo, el año pasado estuve en California, donde el cannabis es totalmente legal, se aplica lo mismo que para el alcohol: tenés que ser mayor de edad. Pero resulta que, si bien está lleno de negocios donde podés comprarte algo que tenga un 80% de THC, es decir, no hay tope, ninguna limitación, es carísimo, es extremadamente caro. Y como no está anunciado como un producto de salud, es accesible para el que tiene un buen poder adquisitivo. Y el resto no puede acceder. Entonces, estando en Oakland, que está frente a San Francisco y es el lugar histórico donde empezó todo el movimiento cannábico, fui recibida por una empresa que era histórica y que en ese momento era una ONG, con una onda más hippie, pero la vendieron porque el espíritu que tenía, un espíritu solidario, accesible a cualquiera, ahora es una iniciativa casi lujuriosa porque adquirir cualquiera de esos productos es carísimo. También puedo dar el ejemplo de Uruguay, donde están los clubes cannábicos, que no pueden vender productos para la salud. Pero en las farmacias hay un único producto registrado que sale muy caro. Entonces ¿qué hace la gente?, recurre al mercado negro: adquiere productos para la salud que tienen en el club cannábico. Estoy dando estos ejemplos porque me parece que es el gran desafío que tenemos. En la Argentina estamos en condiciones de hacer las cosas muy bien con una propuesta accesible y de calidad.

–Existen ONGs, cooperativas y empresas dedicadas al cultivo, a la producción y a la comercialización del cannabis que, para hacerlo, deben estar inscriptas en el Registro Nacional de Comercio y Fiscalización de Semillas (RNCyFS) dependiente del Instituto Nacional de Semillas (INASE). Una de estas empresas es Whale Leaf Farm, ubicada en Puerto Madryn. El Conicet le otorgó la licencia para la comercialización de dos variedades de semillas: Pachamama, que tiene una genética alta en cannabidiol (CBD) y Malvina, con genética en tetrahidrocannabinol (THC). ¿Esto también se enmarca en ese gran desafío que planteás?

–La investigación y el desarrollo de esas semillas depende del Centro Nacional Patagónico (CENPAT), que es un centro de investigación y desarrollo de Conicet, y de la empresa Cannabis Conicet, que depende de la ENyS. La comercialización de esas semillas se hace a través de la empresa Whale Leaf Farm, que también puede cultivar. Entonces, podrá hacerse una mayor escala: no es lo mismo la escala que te genera la reproducción solo para investigación y desarrollo, que si lo vas a comercializar. Esto significa soberanía, calidad; significa que cuando vas a cultivar, a producir, sabés la genética de la planta que estás usando. Entonces, si reconozco qué tipo de dolor tiene un paciente, podemos elegir la planta que tiene una semilla con THCCBD en proporciones más THC que CBD, incluso para un paciente con epilepsia, usar CBD. Lo planteo como un ejemplo. Y además tiene que ver con una economía porque es mucho más económico adquirir semillas nacionales que si debemos importarlas. Eso impacta en toda la cadena productiva. Y más allá de estas licencias, también desde la empresa Cannabis Conicet hacemos controles de calidad de las semillas de productores pequeños, medianos, grandes. Y también, a través de los campos de cultivo experimental que tiene la UNAJ, que se ensambla con nuestras líneas de investigación y la carrera de Ciencias Agrarias de la Universidad. La propuesta consiste en seguir mejorando la genética de la planta para encontrar nuevas y mejores formas que tengan un impacto directo en la salud, en la alimentación y también a nivel industrial.

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