Perfectos Desconocidos: secretos en tiempos de celular

La remake española de la película homónima italiana, en este caso dirigida por Alex de la Iglesia, es una comedia que a algunos espectadores les caerá dramática, y a otros no tanto, que toma la cuestión del celular y las redes sociales y la dependencia de ellos. Lo que parecía ser una tranquila y amena cena entre parejas de amigos, termina siendo un conflicto de grandes proporciones donde afloran la mentira, el engaño, las traiciones y las fobias

A menos de dos años del estreno de “Perfectos desconocidos” (“Perfetti sconosciuti”), tragicomedia italiana sobre los enredos, equívocos, secretos y mentiras de siete amigos que se van descubriendo durante una de sus habituales cenas (en su país se lanzó en febrero de 2016 y en Argentina se conoció recién en mayo de 2017), el guionista y director vasco Alex de la Iglesia presentó a fines de 2017 una versión que repite aquella fórmula con mínimos cambios.

El film original fue un éxito de taquilla y la versión española también tuvo una recepción masiva, pero (aunque ingenioso en su cuestionamiento a la dependencia y los riesgos de los celulares y eficaz en algunos planteos y situaciones) se trata de un producto esquemático, obvio en sus resoluciones y subrayado en su moraleja sobre la hipocresía y la doble moral de la clase media.

Tres parejas y un séptimo personaje que llega sin su nueva novia pasarán una larga noche de eclipse (elemento que pretende darle una dimensión fantástica al vodevil) que podría haber sido tan previsible y aburrida como tantas otras anteriores. Pero cuando proponen que todos escuchen las llamadas y lean los mensajes que van llegando a sus teléfonos móviles empiezan a surgir revelaciones, contradicciones y tensiones inesperadas.

Poco a poco, parejas y amigos van exponiendo sus secretos mejor guardados, detonando conflictos y confirmando que hay una diferencia importante entre las personas que creían conocer y las que realmente tienen enfrente.

Toda la estructura de “Perfectos Desconocidos” es la de una obra de teatro, no solo porque casi todo sucede confinado dentro de una única locación, sino porque depende completamente de un guión ajustado al milímetro y el talento actoral de sus intérpretes como fórmula del éxito.

La pregunta que hace la película (y nunca responde, porque la respuesta es más que obvia) es si la ubicuidad del celular y la vida digital crea problemas o los esconde. En síntesis: esta adaptación es una comedia divertida y a veces astuta pero se queda lejos de la usual mordacidad e irreverencia del cineasta español, y por ello no termina de justificar su existencia.

 

 

 

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