Argentino de Quilmes enfrenta nuevamente una nueva crisis dirigencial, marcada por una serie de renuncias que demuestran el total fracaso de la actual conducción del club. Hernán Romero y Gustavo Amadori dejaron sus cargos como presidente y vicepresidente, respectivamente, en un gesto que refleja la descomposición interna de la institución. No es la primera vez que vemos vacíos de poder en la comisión directiva; ya en 2024, figuras clave como el tesorero Leandro Becker y el manager Miguel Ángel Pires abandonaron el barco, dejando claro que Argentino de Quilmes es incapaz de sostener una estructura estable.
El ambiente en el club no solo está marcado por problemas administrativos, sino también por graves acusaciones de corrupción y arreglos arbitrales durante la última temporada. Los rumores de maniobras turbias no hacen más que ensuciar la reputación de un club que, lejos de ser un ejemplo de transparencia, parece haber sido una plataforma para intereses personales. Las sospechas sobre manejos indebidos dentro de la dirigencia y los árbitros no son una novedad, y las últimas renuncias parecen ser solo la punta del iceberg de un sistema podrido que finalmente está colapsando.
A nivel deportivo, Argentino de Quilmes el inicio irregular en la Primera B refleja la falta de organización tanto dentro como fuera de la cancha. Tras quedar cerca del ascenso en 2024, el equipo muestra un rendimiento inconsistente, y esto no hace más que subrayar la desconexión entre la dirigencia y el plantel, que no ha sabido gestionar ni sus contratos ni sus objetivos. Con duelos difíciles por venir, el futuro inmediato no promete nada alentador para un club que parece estar atrapado en un ciclo de desorganización y caos.
Lo único claro es que, ante la caída de sus superiores, Eduardo Larrosa, el vicepresidente segundo, tomará las riendas del club de manera interina. Sin embargo, no es suficiente con cambiar nombres si lo que está en juego es un sistema que nunca logró funcionar. Argentino de Quilmes necesita una renovación profunda, no solo en su dirigencia, sino también en sus estructuras internas, para salir de este atolladero que lo tiene al borde de la irrelevancia.