El gobierno de Javier Milei enfrenta una realidad económica preocupante: siete meses consecutivos con todos los bloques fabriles en caída, un récord negativo que refleja la profunda crisis industrial que atraviesa el país. Desde su asunción, la administración Milei ha sido incapaz de detener el derrumbe de la producción manufacturera, que hoy se encuentra al mismo nivel que en junio de 2020, en plena pandemia.
Este escenario desolador ha encendido alarmas en el sector industrial. Los empresarios temen que la situación empeore aún más con la posible apertura importadora, una medida que podría resultar devastadora para la ya debilitada industria nacional. La incertidumbre económica y la falta de políticas claras para reactivar la producción han generado un clima de desconfianza y preocupación entre los industriales.
El panorama es sombrío: sin señales de recuperación a la vista, el sector fabril parece estar atrapado en una espiral descendente. La falta de estímulos, sumada a la presión de un mercado cada vez más competitivo y la amenaza de una mayor liberalización comercial, ha puesto en jaque a uno de los pilares de la economía argentina.
Los datos son contundentes: la producción industrial no logra encontrar un piso, y la posibilidad de que la situación empeore es un fantasma que ronda las fábricas del país. Mientras tanto, los industriales claman por medidas urgentes que frenen la caída y permitan vislumbrar un horizonte de recuperación. Sin embargo, el gobierno de Milei parece estar lejos de ofrecer las respuestas que el sector necesita.
