El panorama actual en Argentina se caracteriza por un ataque sistemático y constante contra las conquistas sociales, las instituciones democráticas y los valores que sostienen el tejido de nuestra sociedad. Este ataque se manifiesta de diversas maneras: desprestigio, exterminio sutil o feroz de nuestras palabras y sentidos, como parte de un proceso horadante que avanza sin prisa, pero sin pausa.
Vivimos en un contexto dominado por un patriarcado fascista que no da tregua. Este sistema no solo erosiona nuestros derechos y libertades de manera gradual, sino que también lo hace de forma abrupta y despiadada, a veces a través de gotas constantes que minan nuestra resistencia, otras veces con violentos baldazos de agua fría que nos golpean sin previo aviso.
Lo que agrava aún más esta situación es la traición de aquellos que, supuestamente, deberían estar de nuestro lado. Nos despertamos hoy sacudidas por las violencias que provienen no solo de los enemigos visibles, sino también de los que se presentan como aliados. Estos supuestos compañeros de lucha terminan, muchas veces, perpetuando las mismas dinámicas opresivas que dicen combatir.
El desafío que enfrentamos es inmenso: mantenernos firmes en la defensa de nuestras conquistas mientras lidiamos con la desilusión y la rabia que provocan estas traiciones. En un clima donde la opresión patriarcal se fortalece, es crucial seguir resistiendo, no solo contra los ataques externos, sino también contra las violencias que emergen desde adentro de nuestras propias filas.