La dirigencia de Argentino de Quilmes, encabezada por su presidente Hernán Romero, junto a Javier Campesi, Eduardo Larosa y el gerenciador Miguel Pires, quedó en el ojo de la tormenta tras impedir el ingreso de la prensa visitante de Los Andes y de varios medios nacionales al partido por el segundo ascenso de la Primera B Metropolitana.
La decisión generó un escándalo: periodistas de Los Andes y también medios locales se encontraron con las puertas cerradas en la previa de un partido clave. Desde el club, culparon a Aprevide, pero el organismo rápidamente salió a desmentirlo y aclaró que el acceso estaba permitido.
Esta medida, que atenta contra la libertad de prensa, dejó un manto de sospecha entre los hinchas de Los Andes y del fútbol en general. Muchos ven en estas maniobras una falta de transparencia que no hace más que alimentar rumores de arreglos y favoritismos en la categoría.
No es la primera vez que pasa algo así: en la final entre Villa Mitre y Sarmiento de La Banda, ocurrió algo similar, con la prensa visitante impedida de ingresar al estadio y una definición que terminó bajo la lupa.
La figura de Miguel Pires, conocido por sus vínculos con los altos mandos de la AFA, no hace más que avivar las sospechas. El enojo y la desconfianza no solo golpean a Argentino de Quilmes, sino que ponen en jaque la credibilidad del fútbol argentino, donde este tipo de situaciones parecen repetirse cada vez más seguido.
Mientras tanto, los hinchas y periodistas piden explicaciones claras: ¿quién tomó la decisión y por qué? Lo cierto es que cerrarles la puerta a los medios ensucia un partido que debería resolverse donde importa: en la cancha.