El presidente Javier Milei volvió a generar polémica en su segunda participación en el Foro de Davos, Suiza, al realizar declaraciones que desinforman y estigmatizan a la población LGBT+. En un discurso cargado de provocaciones, aseguró que la «ideología de género constituye abuso infantil» y calificó a sus defensores como «pedófilos». Para justificar su postura, utilizó un caso judicial de Estados Unidos en el que una pareja homosexual fue condenada por abusar de sus hijos adoptivos, extrapolando irresponsablemente ese episodio a toda una comunidad.
Milei no se detuvo allí: también arremetió contra el feminismo, afirmando que «la igualdad ya existe ante la ley en Occidente» y que el movimiento busca «privilegios». Estas declaraciones se enmarcan en su cruzada contra lo que denomina la agenda “woke”, término que despectivamente utiliza la derecha para atacar ideas progresistas.
El ascenso de la ultraderecha y su impacto en los derechos humanos
Las palabras de Milei coinciden con la ofensiva conservadora global. El lunes, en su asunción como presidente de Estados Unidos, Donald Trump anunció que su administración solo reconocerá los géneros masculino y femenino, ignorando las identidades no binarias y transgénero. Este mensaje fue confrontado al día siguiente por la obispo Marianne Edgar Budde en un sermón donde pidió misericordia para quienes temen por sus vidas en un contexto de creciente discriminación.
En Argentina, el gobierno de Milei ha seguido esta línea con medidas concretas que afectan directamente a las poblaciones vulnerables. Desde la eliminación del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidades, hasta el despido masivo de personas contratadas bajo la Ley de Cupo Laboral Travesti Trans, se evidencian retrocesos en derechos conquistados con años de lucha.
La narrativa libertaria que acusa al feminismo de buscar «privilegios» se contradice con datos oficiales: según el INDEC, las mujeres en Argentina ganan, en promedio, un 27 % menos que los hombres y dedican más tiempo a tareas de cuidado no remuneradas. Estos indicadores desmienten el supuesto «privilegio» que Milei critica y refuerzan la necesidad de políticas públicas inclusivas.