Quilmes pasó por una semana agobiante, de esas que suelen respirarse seguido en este club. Luego de la derrota ante Independiente Rivadavia explotó el ciclo de Mario Sciacqua. Aunque el propio presidente del club, Mateo Magadán, señaló que su salida se debió a cuestiones internas y no a las deportivas.
El entrenador saliente eligió irse tras una ingobernabilidad en su cuerpo técnico que se fracturó con el correr de la temporada y erosionó por los malos resultados. Allí aparecieron cuestiones que estaban presas en su origen.
Sciacqua llegó al club con tan solo un asistente (Facundo Bessada) y el resto del cuerpo técnico lo conoció cuando puso un pie en el club: fue armado por la directiva pero aceptado por el entrenador que buscaba la gloria y acomodarse al presupuesto.
La relación de Sciacqua con los otros integrantes del cuerpo técnico e incluso con auxiliares no fue nada buena. Mientras los resultados acompañaron toda la mugre estaba debajo de la alfombra. Cuando la realidad lo quitó a Quilmes de la posibilidad de pelear por el primer ascenso, alimentada por un equipo carente de funcionamiento y una inestabilidad emocional muy marcada del entrenador, provocaron una explosión. La chispa fue la relación de Sciacqua con Ariel Fuscaldo, a quién veía como su sucesor y según afirman conocía las intenciones de reemplazarlo y el combustible la realidad futbolera.
En esta historia no hay buenos ni malos. Hubo errores y groseros en el manejo de los protagonistas. Ni serrucho, ni inocente. Se trata de relaciones personales y de equivocaciones de todas las partes que se fueron potenciando con el correr de las fechas y que explican por qué Quilmes quedó a 15 puntos de la pelea por ser primero de la zona.
Ahora tras la brillante goleada del equipo por 4-0 ante Chaco For Ever en Resistencia, el vocabulario futbolero expresó otra palabra habitual en estos casos: “la cama”. Solo una derrota de Quilmes lo hubiese evitado, esas cosas extrañas en donde si ganas no te conviene porque van a dudar de la honestidad de los jugadores. Increíble, lo que el fútbol nos regala. Tal vez los que abrazan con facilidad a esta insólita idea pueden pensar que el equipo de Quilmes es tan superior al resto que elige cuando jugar bien y cuando no.
Les costaría entender que los jugadores tuvieron una excelente tarde, que el entrenador los puso a muchos de ellos en el lugar correcto, que el técnico hizo un gran planteo y metió los cambios justos. Es más fácil la superficialidad en el análisis. Ni serrucho, ni cama. Quilmes por arriba de todos los nombres.
SEBASTIÁN KERLE