
Argentino de Quilmes volvió a caer, esta vez por 2 a 1 ante Argentino de Merlo, y la preocupación ya no se limita a lo deportivo: la dirigencia encabezada por De La Rosa parece no encontrar el rumbo, y las secuelas de la gestión anterior, comandada por Romero, todavía pesan como una losa en los hombros del histórico club de la barranca.
En el partido disputado este fin de semana, el «Mate» no logró levantar cabeza y sumó otra derrota en la Primera B. Aunque Elías Torancio logró descontar y mantener viva la ilusión durante varios minutos, el equipo volvió a mostrar fallas estructurales, falta de respuestas anímicas y una alarmante desconexión entre líneas. El resultado final —2 a 1 a favor de Argentino de Merlo— dejó al conjunto quilmeño lejos de cualquier expectativa real de protagonismo.
Sin embargo, el verdadero problema de Argentino de Quilmes no está solamente en la cancha. Lo que se ve cada fin de semana como una derrota más, en realidad es la consecuencia visible de una gestión institucional que acumula errores, omisiones y decisiones poco transparentes.
Una comisión que no da respuestas
La conducción actual, liderada por De La Rosa, llegó al poder con promesas de orden, reconstrucción y trabajo serio. Pero con el correr de los meses, esas palabras se transformaron en una mezcla de improvisación y silencio. La gestión no solo ha fracasado en reordenar lo deportivo, sino que también ha fallado en algo fundamental: dar la cara y explicar cuál es el proyecto del club.
Los socios e hinchas ven con asombro cómo se repiten decisiones poco claras, cambios constantes en el cuerpo técnico, falta de comunicación oficial y una notoria desconexión entre la comisión y la realidad institucional. Mientras tanto, el club se desliza lentamente hacia un escenario de frustración y resignación.
El legado de Romero, una herencia difícil de remontar
Para entender el presente, también hay que mirar hacia atrás. La gestión de Romero, marcada por el personalismo, el desorden financiero y decisiones que priorizaron intereses individuales por sobre los colectivos, dejó al club en una situación crítica. Contratos impagables, conflictos internos, falta de inversión en infraestructura y un vaciamiento simbólico de la identidad del «Mate» son parte de esa herencia envenenada que aún pesa.

Muchos dirigentes actuales fueron parte de ese ciclo o lo respaldaron en silencio, por lo que el cambio de nombres no implicó, hasta ahora, un cambio real de rumbo.
El equipo en la cancha: síntoma del club en crisis
Lo que sucede dentro de los 90 minutos de juego no es más que un reflejo de la desorganización general. Argentino de Quilmes no tiene una idea clara de juego, ni un plantel con jerarquía suficiente como para pelear arriba. La cantera, históricamente fuente de orgullo, está desatendida, y los refuerzos que llegaron no han estado a la altura.
Los técnicos van y vienen, pero las derrotas se acumulan. Mientras tanto, desde el club solo se comunican resultados como si fueran datos aislados, sin asumir responsabilidades ni ofrecer explicaciones.
Un posteo que no refleja la gravedad del momento, ni acompaña con autocrítica o rumbo claro.

¿Y ahora qué?
La gran pregunta que se hacen los hinchas es si hay alguien que tenga un verdadero plan para sacar al club de este pozo. No alcanza con criticar a la gestión anterior, ni con frases vacías. Es hora de que De La Rosa y su comisión asuman el liderazgo que les fue confiado, rindan cuentas, convoquen a los socios y reconstruyan desde las bases.
Argentino de Quilmes no puede seguir siendo rehén de una dirigencia sin visión ni compromiso con la historia del club más antiguo del fútbol argentino. Los partidos se pierden en la cancha, pero las instituciones se destruyen —o se salvan— desde los escritorios.